Por qué hay algunos objetos por los que sentimos una fuerte atracción y por los cuales estaríamos dispuestos a invertir mucho más de lo que pagaríamos por el simple hecho de que cumplan su función?
Cuando un objeto ha sido capaz de llegar a lo más hondo de nuestro corazón tiene la batalla ganada y esto es lo que algunos fabricantes y compañías de servicios llevan trabajando desde hace algunos años: Es el Diseño Emocional, el que de una forma u otra consigue que sintamos una auténtica atracción por un objeto y quedemos atrapados por él, incluso a costa algunas veces de no ser los mejores en algunos aspectos.
Según Patrick W. Jordan, autor de “Designing Pleasurable products”, en una entrevista que le hizo Marco Van Hout, a nivel de marca quizás la más representativa en este aspecto sea Harley Davidson. Argumentaba su respuesta alegando que probablemente sea la que más gente lleva tatuada en su cuerpo.
Esta vez quiero hablaros de una pequeña experiencia que tuve hace unos días: tuve la ocasión de conducir un Mercedes Clase E de la última hornada durante unas horas, tanto por ciudad como por carretera abierta.
Sólo voy a centrarme en mi interacción con él, ya que mientras conducía no podía dedicarme a observar los detalles que me rodeaban, pero sí podía tocarlos, acariciarlos y sobretodo sentirlos.
Lo que me llamó la atención fueron los botones para accionar las ventanillas. Su forma abombada facilitaba enormemente su uso. El tacto era sedoso y el click de accionamiento suave pero claro.
Mención especial merecen los botones de ajuste del asiento. Tienen la particularidad que deben accionarse a ciegas. Palpando su forma se intuía de una forma bastante clara qué parte del asiento íbamos a tocar. Los movimientos, todos ellos accionados por un motor, eran más propios de un sillón de masajes que del asiento de un automóbil. Me hubiera estado un buen rato más jugando con ellos si no fuera porque tenía una tarde un poco llena.
A partir de aquel momento me dediqué a pasear mi manos a ciegas por todas las superficies que tenía cerca, dando con los mandos, tocándolos, leyendo su función a través de la forma que tenían, de su textura, todo esto sin dejar de conducir. Al accionarlos los clicks eran claros, pero eran más contundentes cuanto más importante era su función, como por ejemplo activar los intermitentes. Era una forma de decirnos: Lo has hecho correctamente, está accionado.
Las superficies tenían un fino acabado mate que le daban un tacto sedoso. Tocar los botones era placentero, y además era fácil!
Lo mismo ocurrió con los controles del manos libres y de la radio del volante. El tacto es suave y pasear las yemas de los dedos por encima de ellos es placentero. No dejaríamos nunca de acariciarlos.
Los botones del climatizador también tienen su estudio, con una forma que otra vez nos comunica cómo debemos accionarlos.
Como diseñadores, creo que todos tenemos cierta tendencia a tocarlo todo, palparlo y analizarlo, pero en este caso la proactividad vino de parte del objeto. Fue el quien me dijo: tú toca que te voy a sorprender…
La percepción de que estaba ante un producto de gama alta me vino enteramente dada por las sensaciones que tuve al utilizarlo, prescindiendo en este caso de si lo encontraba bonito o me parecía que conducir un vehículo de esta gama aumentaba mi ego, aunque estos aspectos también son importantes a la hora de diseñar.
Sólo me queda decir que algunos ya pueden ponerse las pilas!!!
Oriol Millà